La mayoría de parejas españolas
planifica la llegada de su primer bebé esperando a un momento
económico óptimo. Los gastos, sobre todo si es el primer niño en
la familia, pueden ser desorbitados. No hay más que entrar a
cualquier tienda de puericultura para salir creyendo que necesitas un
crédito antes de aventurarte a ser madre.
El principal gasto suele ser en
pañales. Se calcula que un bebé consume una media de 6.000 pañales
desde que nace hasta que su control de esfínteres es total. Esto
supone un gasto medio de entre 900 y 1800€ (dependiendo de la
marca) por niño.
El 50% de los residuos de un hogar con
un solo bebé corresponden a los pañales.
Si multiplicamos los 6.000 pañales por
todos los niños españoles menores de tres años, podríamos llenar
cada mes la superficie de un campo de fútbol y llegar a los
10 metros de altura. Y si tenemos en cuenta que esos pañales tardan
de 200 a 500 años en degradarse por completo, ya deberíamos empezar
a plantearnos alternativas.
En Estados Unidos se calcula que cada
año se consumen 82.000 toneladas de plástico y se talan 250.000
árboles para la fabricación de 18 millones de pañales que acaban
en los vertederos.
Pañales fabricados con elementos
químicos tóxicos como dioxina, Tributyl-tin, Poliacrilato de Sodio,
etc, que se relacionan con el aumento de la incidencia de dermatitis
del pañal hasta un 78% desde la invención de los desechables en
1955.
Actualmente se está tomando conciencia
de todos estos inconvenientes y cada vez más familias vuelven a la
tela, con la ventaja de que, a diferencia de hace 40 años, nosotros
tenemos unas fantásticas lavadoras que hacen todo el trabajo sucio.
Los pañales de tela actuales han
evolucionado enormemente en los últimos tiempos. Desde materiales
naturales como el algodón, bambú o cáñamo, hasta tejidos
sintéticos como polar o minky, que aportan suavidad y naturalidad a
la piel del bebé, y reducen considerablemente las rojeces por
rozaduras.
Una vez que nos adentramos en este
mundo, descubrimos que hay infinidad de opciones. Desde las gasas que
usaban nuestras madres, hasta pañales completos con la misma forma
que los desechables, formados por braguitas cobertoras de poliuretano
(impermeable pero transpirable) y absorbentes de distintos
materiales, muchos de ellos orgánicos. Llama la atención lo bonitos
que son, de colores y estampados variados y llamativos.
Un bebé puede necesitar de 15 a 30
pañales de tela a lo largo de sus primeros años de vida, con la
ventaja de que los pueden seguir aprovechando sus hermanos y primos,
o pueden ser vendidos en el incipiente mercado de segunda mano,
recuperando así buena parte de la inversión.
Algunos argumentos en contra de la tela
son el gasto de agua y electricidad al lavarlos, pero en términos
absolutos, es muy superior ese gasto en la fabricación, transporte y
distribución de los pañales desechables, cuya cadena de consumo es
continua a lo largo de los años. Además, los pañales de tela no
precisan de detergentes especiales y de hecho se debe emplear muy
poca cantidad de jabón y ningún suavizante.
Otro inconveniente suele
ser el tema de la limpieza, pero existen forros de papel que se
pueden colocar sobre el pañal para desechar los residuos de heces
directamente en el WC sin necesidad de lavar. El proceso de cambio de
pañales es muy similar en los dos casos: retiramos el pañal y en
lugar de tirarlo a la basura, se pone en un cubo. En lugar de bajar
al contenedor, ponemos la lavadora y en vez de salir a comprar más
pañales, los recogemos del tendedero. Unos sencillos pasos que nos
ayudarán a ahorrarnos muchísimo dinero que, en los tiempos que
corren, no nos sobra.